gdec2001
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« em: Novembro 30, 2014, 20:34:16 » |
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Desculpem-me mas encontrei este texto magnifico sobre o Guigamesh e não consegui resistir à tentação de o partilhar convosco: Geraldes
Un libro precursor de muchos libros
La Epopeya de Gilgamesh fue no sólo la primera obra literaria de la humanidad, sino también el primer bestseller, pues se hicieron traduciones de la historia desde el sumerio original a lenguas semitas como el acadio, el asirio, el babilonio e incluso el arameo, la lengua que hablaba Jesucristo. Pero también fue traducido a lenguas indoeuropeas como el hitita y a otras que no son semitas ni indoeuropeas, como el hurrita. La epopeya de Gilgamesh, por tanto, influyó en todas las culturas vecinas a Mesopotamia durante al menos dos milenios, pese a que después cayese en el olvido casi absoluto a lo largo de casi otros dos mil años, hasta que, en el siglo XIX, las expediciones arqueológicas rescataron las civilizaciones mesopotámicas y descifraron la escritura cuneiforme. Por eso resulta tan asombroso que en este primer libro estén contenidos todos los libros.
Gilgamesh En efecto, siempre que vuelvo a leer La epopeya de Gilgamesh encuentro nuevos orÃgenes: el primer viaje, el primer diluvio, la primera amistad, la primera relación de amor homosexual, la primera dicotomÃa entre naturaleza y civilización, el mito del buen salvaje, la primera interpretación de los sueños, las primeras ceremonias iniciáticas, la primera explicación etiológica, la primera tentativa de escapar a la muerte, y tantas otras cosas que están ahà por primera vez, por la razón ya mencionada: se trata de la primera obra literaria, y en cierto sentido, aunque esté escrita en verso, es también, como dije antes, la primera novela. El mito del diluvio de Noé, por ejemplo, es el plagio más antiguo conocido. En La epopeya de Gilgamesh, Noé se llama Utanapishti, un hombre al que los dioses dicen que construya un gran barco porque va a caer un terrible diluvio sobre la tierra: “Embarqué a mi familia
Y a toda la gente de mi casa,
Y animales salvajes, grandes y pequeños†Al cabo de dÃas y dÃas de lluvia, la tierra quedó cubierta por las aguas. Utanapishti lanzó al aire golondrinas y palomas, que siempre regresaban al barco, porque no tenÃan donde posarse. Finalmente, lanzó un cuervo: “El cuervo se fue
Pero al ver que las aguas se habÃan retirado,
Picoteó, grazno, chapoteó
Y ya no regresó.â€
Hay otras asombrosas coincidencias entre los textos del Antiguo Testamento y el relato de Gilgamesh (y otros textos mesopotámicos), que ayudan a reconstruir el complejo origen de esa religión que Abraham aprendió en Ur de los caldeos y que Moisés llevó a Palestina, tras la estancia en Egipto, pero creo que los investigadores no han advertido la deuda contraÃda por los autores judÃos con uno de los pasajes finales de la Epopeya de Gilgamesh: “Gilgamesh, entonces se sentó
y lloró.
Y las lágrimas resbalaban por sus mejillas.â€
El lector sin duda habrá advertido ese extraordinario matiz que introduce Sinleke’unnunni cuando dice que Gilgamesh “se sentó y lloróâ€. Lo habitual en estos casos, y eso es lo que hacen muchos narradores triviales, es decir tan sólo: “Lloró y las lágrimas resbalaban por sus mejillasâ€, pero Sinleke nos dice que Gilgamesh primero se sienta, y sólo entonces comienza a llorar. Es uno de esos detalles que nos permiten ver a través de la ficción la vida real, lo que James Wood llama, en Los mecanismos de la ficción, la hecceidad: “Por hecceidad entiendo cualquier detalle que atrae la abstracción hacia sà misma, y parece matar esa abstracción con una ráfaga de palpabilidad, cualquier detalle que centra nuestra atención gracias a su concreciónâ€.
Uno de esos detalles concretos, dice Wood, se encuentra en Enrique IV de Shakespeare, cuando Falstaff cuenta cómo fue asaltado y describe el color del traje de sus atacantes: “Tres canallas vestidos de paño verde de Kendal me acometieron por la espaldaâ€. Otro es aquel de Flaubert en Madame Bovary, cuando Emma Bovary acaricia los zapatos de satén “cuyas suelas habÃan amarilleado con la cera de la tarima del baileâ€. Otro cuando Homero nos cuenta que en la dura carrera por las armas de Aquiles el gran héroe Ãyax resbala en “estiércol de vacaâ€. En esos pasajes vemos esos detalles concretos, el paño verde de Kendal, las suelas manchadas de cera amarilla de la pista de baile, el estiércol de vaca, que quizá son innecesarios, pero que transmiten una sensación de realidad. Por otra parte, quizá a algunos lectores el párrafo de Sinleke cuando Gilgamesh se sienta y llora la pérdida de la planta de la juventud les habrá recordado el hermoso tÃtulo de una de las novelas de Elizabeth Smart: En Grand Central Station me senté y lloré, o la versión de Paulo Coelho: A orillas del rÃo Piedra me senté y lloré. Smart y Coelho tal vez no supieran que sus tÃtulos procedÃan de Gilgamesh y creyeran que el origen es el Salmo 137: “Junto a los rÃos de Babilonia,
allà nos sentábamos, y aun llorábamos,
acordándonos de Sion.†Es, por cierto, una curiosa paradoja que el autor del vengativo texto bÃblico, en el que se dice “Dichoso el que tomare y estrellare tus niños contra la peña†refiriéndose a Babilonia, iniciara su salmo con un brillante recurso literario copiado de esos enemigos a los que detesta.
danieltubau
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